Párrafo expositivo
1. Si el conde de Montecristo hubiera llevado más tiempo en la sociedad parisiense, habría apreciado en todo su valor el paso que daba Villerfort yendo a visitarle.
2. El intendente hubiera deseado introducir algunas reformas en el jardín, pero el conde prohibió expresamente que se tocara allí nada.
Párrafo comparativo
1. El abate, que sólo estaba por un mes en París, habitaba, detrás de San sulpicio, una casa compuesta solamente de piso bajo y principal; cuatro piezas, dos arriba y dos abajo, componían su alojamiento, del cual era único inquilino.
En cuanto a Lord Wilmore, vivía en la calle Fontaine-Saint Georges. Era uno, de esos ingleses turistas que consumen su capital en viajes. Tenía alquilado un departamento con muebles y sólo pasaba en él dos o tres veces al día, no durmiendo allí más que raramente.
2. El cofre estaba dividido en tres compartimientos. Brillaban en el primero rutilantes de oro de leonados reflejos. En el segundo, lingotes mal pulidos y colocados en buen orden, que tenían del oro el peso y el valor.
En el tercero, Edmundo cogió a puñados los diamantes, las perlas, los rubíes que en cascada resplandeciente, hacían, cayendo unos sobre otros, un ruido semejante al del granizo sobre los cristales.
Párrafo narrativo
1. Un día, ya muy lejano, una misteriosa colonia partió de España y abordó al palmo de tierra en que todavía sigue hoy. Llegaba no se sabía de dónde y hablaba una lengua desconocida. Uno de esos jefes, que chapurraba el provenzal, pidió al Municipio de Marsella la cesión de este árido promontorio, la petición le fue otorgada y tres meses después, alrededor de las doce o quince embarcaciones que había traído a estos bohemios del mar, la aldea surgió.
2. Había bastante público en la antecámara de Villefort; pero la señora Danglars no tuvo siquiera que dar su nombre; tan pronto como apareció, se levantó un ujier y vino a ella, preguntándole si era la persona que aguardaba el señor procurador del rey, y ante su respuesta afirmativa, la guió por un corredor reservado al gabinete de villerfort.
Párrafo descriptivo
1. Era un joven de dieciocho o veinte años, alto, esbelto, de hermosos ojos negros y cabellos de ébano; reinaba en su persona ese aire de calma y de resolución peculiar a los hombres habituados desde su infancia a luchar contra el peligro.
2. Una bella joven de cabellos negros como el azabache y de ojos aterciopelado como los de la gacela, estaba de pie, recostada en la pared, destrozando entre sus dedos flexibles de clásico dibujo una inocente rama de brezo, de la cual arrancaba de las flores y cuyos restos yacían por el suelo; por otra parte, sus brazos, desnudos hasta el codo, que eran morenos, pero parecían modelados sobre los de la Venus de Arlés, estremecíanse en señal de febril impaciencia, y heria la tierra con pie breve y combado, de tal suerte que se entreveía la forma pura y atrevida de la pierna, aprisionada en la típica media de algodón encarnado, con vistosas franjas grises y azules.
1. Si el conde de Montecristo hubiera llevado más tiempo en la sociedad parisiense, habría apreciado en todo su valor el paso que daba Villerfort yendo a visitarle.
2. El intendente hubiera deseado introducir algunas reformas en el jardín, pero el conde prohibió expresamente que se tocara allí nada.
Párrafo comparativo
1. El abate, que sólo estaba por un mes en París, habitaba, detrás de San sulpicio, una casa compuesta solamente de piso bajo y principal; cuatro piezas, dos arriba y dos abajo, componían su alojamiento, del cual era único inquilino.
En cuanto a Lord Wilmore, vivía en la calle Fontaine-Saint Georges. Era uno, de esos ingleses turistas que consumen su capital en viajes. Tenía alquilado un departamento con muebles y sólo pasaba en él dos o tres veces al día, no durmiendo allí más que raramente.
2. El cofre estaba dividido en tres compartimientos. Brillaban en el primero rutilantes de oro de leonados reflejos. En el segundo, lingotes mal pulidos y colocados en buen orden, que tenían del oro el peso y el valor.
En el tercero, Edmundo cogió a puñados los diamantes, las perlas, los rubíes que en cascada resplandeciente, hacían, cayendo unos sobre otros, un ruido semejante al del granizo sobre los cristales.
Párrafo narrativo
1. Un día, ya muy lejano, una misteriosa colonia partió de España y abordó al palmo de tierra en que todavía sigue hoy. Llegaba no se sabía de dónde y hablaba una lengua desconocida. Uno de esos jefes, que chapurraba el provenzal, pidió al Municipio de Marsella la cesión de este árido promontorio, la petición le fue otorgada y tres meses después, alrededor de las doce o quince embarcaciones que había traído a estos bohemios del mar, la aldea surgió.
2. Había bastante público en la antecámara de Villefort; pero la señora Danglars no tuvo siquiera que dar su nombre; tan pronto como apareció, se levantó un ujier y vino a ella, preguntándole si era la persona que aguardaba el señor procurador del rey, y ante su respuesta afirmativa, la guió por un corredor reservado al gabinete de villerfort.
Párrafo descriptivo
1. Era un joven de dieciocho o veinte años, alto, esbelto, de hermosos ojos negros y cabellos de ébano; reinaba en su persona ese aire de calma y de resolución peculiar a los hombres habituados desde su infancia a luchar contra el peligro.
2. Una bella joven de cabellos negros como el azabache y de ojos aterciopelado como los de la gacela, estaba de pie, recostada en la pared, destrozando entre sus dedos flexibles de clásico dibujo una inocente rama de brezo, de la cual arrancaba de las flores y cuyos restos yacían por el suelo; por otra parte, sus brazos, desnudos hasta el codo, que eran morenos, pero parecían modelados sobre los de la Venus de Arlés, estremecíanse en señal de febril impaciencia, y heria la tierra con pie breve y combado, de tal suerte que se entreveía la forma pura y atrevida de la pierna, aprisionada en la típica media de algodón encarnado, con vistosas franjas grises y azules.
Comentarios
Publicar un comentario